La sirena y el marino

Vagabunda eterna
en pos de un amor.
Exhausta y desesperada
resignó la búsqueda
y se recluyó en el mar.
La sirena había perdido
toda esperanza
y veía desfilar antes sí
pasiones que ya no comprendía.

Una noche sin luna
- tal como su vida -
presintió algo,
salió de su cueva
y fue hacia el origen
de tal revolución
en sus adormecidos sentidos.

Un marino aturdido
yacía en su nave;
había perdido el rumbo
buscando a quien
entregar su amor.
Su deseo de protegerlo
fue más fuerte que su temor.
Se acercó, lo atrajo hacia sí
y lo consoló,
sin saber que, con ese inocente gesto,
sellaría su destino.

Vivió junto a él
momentos inolvidables.
Jamás se había arriesgado
a imaginar siquiera
que tanta felicidad fuera posible.
Mañana tras mañana
despertaba horrorizada
de que no fuera más que un sueño,
Verlo a su lado
acallaba sus temores.
Sonreía agradecida a la vida.


Pero la calma se rompió
e implacable tormenta los envolvió.
Bajo feroz lluvia
él sintió el llamado de su viejo mundo;
no estaba preparado
para vivir un amor de tal magnitud
y creía que así sólo la lastimaba.
Ignoraba que él la había hecho fuerte,
que nada podría herirla,
que era capaz de soportarlo todo
excepto el perderle.


La sirenita retornó a su cueva
jamás volvió a salir.
Quienes se aventuraron por allí
relatan consternados
que aún hoy su llanto desgarra el alma;
sus verdes ojos miran sin vida,
secos de tantas lágrima derramadas,
y su corazón ya no late
ya no tiene por quien hacerlo...


Febrero - 2012


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