Forjador de mi alma

Artífice maravilloso,
hiciste de mí una mujer nueva
me regalaste razones
para creer en el amor
devolviste la paz
a mi alma torturada.
No requerías grandes técnicas
ni esfuerzos sobrehumanos,
simplemente el amarme
el hacerme sentir amada
como nunca antes
era más que suficiente.


Despertaste mi corazón,
diste brillo a mis ojos
resucitaste mi sonrisa.
Me dormía pensando en vos
y, al despertar,
mi primer pensamiento
también era hacia vos.
Llenabas mis días de alegría
cada uno de los instantes
que pasé a tu lado
fueron perfectos, memorables
pero efímeros:
quería detener el tiempo
para tener más y más de tus milagros.


Rejuveneciste mis sueños
y juntos creamos nuevos,
desbordante de energía
planificaba hasta el detalle
nuestro próximo encuentro.
La palabra amor me sabía a poco,
no alcanzaba a expresar
la magnitud de mis sentimientos.
Te amé - te amo - tanto
que desterré mi egoísmo
y daría la vida por verte feliz.
Me amaste tanto
que incluso en tu adiós
me obsequiaste otro don:
la paciencia bajo la cual
hoy me embandero.


A riesgo de pecar de extremista
soy capaz de afirmar
que sos el innegable autor
del epílogo de mi vida
- que gustosa trocaría en prólogo
de infinitos capítulos.
Jamás amaré a hombre alguno
como te amé a vos;
mi felicidad es a tu lado
o no será.
Y me aventuro un paso más:
nadie te amará
de la forma en que lo hice yo.


Y aun hoy,
algún ingenuo
osa preguntarme
por qué no puedo olvidarte, amor.
¿Cómo querer echar al olvido
la única vez que un hombre me amó?


Febrero 2012


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