Donde quiera que estés,
te gustará saber,
que por flaca que fuese la vereda
no malvendí tu pañuelo de seda
por un trozo de pan y que jamás,
por más cansado que estuviera
abandoné tu recuerdo a la orilla del camino,
y por fría que fuera mi noche triste,
no eché al fuego ni uno solo
de los besos que me diste.
Por ti, por ti brilló mi sol un día,
y cuando pienso en ti
brilla de nuevo,
sin que lo empañe la melancolía
de los fugaces amores eternos.
Donde quiera que estés,
te gustará saber
que te pude olvidar y no he querido
y por fría que sea mi noche triste
no echo al fuego ni uno solo
de los besos que me diste.
Donde quiera que estés...
si te acuerdas de mi...
Joan Manuel Serrat
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